Como diría Sabina, “pongamos que hablo de Madrid” y, si hablamos de la capital, no podemos pasar por alto el famoso Rastro.
Los domingos por la mañana suelen ser momentos para descansar. Muchos madrileños aprovechan estas horas para permanecer todo lo posible en la cama, ya que ninguna alarma ni despertador perturba su sueño. Sin embargo, hay otros que prefieren disfrutar del frescor matutino y acudir a pasear al Rastro. ¿A dónde van en realidad?
Al mercado ambulante más antiguo de la capital, donde no siempre es fácil caminar entre sus abarrotadas calles, para encontrar alguna ganga o para desayunar o tomar el aperitivo en alguno de sus múltiples bares o restaurantes.
Es casi obligatorio el paso al menos una vez en la vida por este mercadillo, que forma parte de la ciudad y de la tradición de los madrileños. A continuación os vamos a contar su historia, su evolución en el tiempo y todo lo que ha inspirado el Rastro de Madrid.
El Rastro: el mercadillo más importante de Madrid
Los testimonios más antiguos sobre el comienzo de una venta ambulante de importancia en Madrid se remontan a tiempos de Felipe II, cuando este monarca decide establecer su corte en la villa. A partir de este momento llegarían a Madrid numerosos nobles y cortesanos, con sus correspondientes criados y sirvientes. Para abastecerlos a todos la actividad comercial en la ciudad tuvo que desarrollarse notablemente, atrayendo a la nueva capital nuevos productos de todos los rincones del reino.
Asimismo, los grupos más populares también necesitaban de un comercio ambulante para adquirir textiles y comida a precios más asequibles, y es entonces cuando comienzan a aparecer los llamados «baratillos». Estos baratillos eran mercados ambulantes que se establecían por diferentes puntos de la villa y, en algunos casos, llegaron a ser tan famosos que los gremios oficiales instaron a las autoridades que los prohibiera.
El origen del Rastro
Realmente, el nacimiento del Rastro está ligado al Matadero de Madrid. El despiece de la carne creaba un rastro de sangre que llegaba hasta el río Manzanares.
Este primer matadero, como se puede apreciar en el plano Pedro Teixeira de1656, estaba ubicado entre la plaza de la Cebada, la calle Toledo y la calle Embajadores, muy cerca de la actual Plaza del Cascorro. A través del grabado de Louis Meunier podemos obtener un testimonio gráfico de cómo era la zona en 1668.
El siglo XVIII es la época en la que el Rastro comienza a tomar forma, mucho más parecida a la actual, y los madrileños empiezan a llamar «Rastro» al mercadillo formado a partir de puestos de venta ambulante en la que sería la Ribera de Curtidores.
En 1750 el Matadero de Madrid fue trasladado a la parte baja de la calle Toledo, en las cercanías del Puente de Toledo. Sin embargo, aunque la matanza de las reses se hacía allí, los oficios relacionados con la carne seguían ejecutándose en la plazuela del Rastro. El olor en la zona debía ser importante, según testigos de la época.
Hasta nosotros ha llegado un sainete de don Ramón de Cruz (1731-1794) en el que varios personajes bromean sobre el ambiente social del Rastro, describiendo también los alimentos u objetos que se vendían. Parece ser que para entonces este mercadillo tan pintoresco ya formaba parte del día a día de los madrileños.
En el siglo XIX el Rastro vive un período de esplendor y se expande por las calles aledañas a la Ribera de Curtidores.
Se trata de un momento lleno de cambios en la sociedad y muchos escritores recogieron detalles y elementos relacionados con el Rastro. Uno de los más conocidos es Ramón de Mesonero Romanos (1803-1882), que a través de sus obras nos permite conocer en profundidad el Madrid de aquel entonces. En Manual de Madrid, escrito en 1831, aparece el mercado de las caballerías que se celebraba en la plazuela del Rastro los jueves, esto nos indica que no solamente se celebraba mercados los domingos por la mañana si no también otros días de la semana.
En esta obra aparece mencionada también la cuesta del Rastro, que hoy es la actual cuesta de las calles: Ribera de Curtidores, calle Toledo, y calle Mira el río baja. Unos años después de Manual de Madrid, Mesonero Romanos escribe Panorama Matritense, en 1835, y aunque no hay gran mención al mercado ambulante, cuenta la historia de un amigo con una capa vieja que compra en el rastro, y cómo introducción advierte al lector: “taparse bien las narices, señores críticos”, que demuestra que los trabajos de la carne seguían haciéndose en las calles del Rastro y estos producían olores muy fuertes.
En 1861 escribe Antiguo Madrid, donde da una descripción más amplia de diferentes lugares de Madrid como San Isidro, El Retiro, Lavapiés e incluso dedica el segundo capítulo al Rastro y la Inclusa. Es en este escrito donde Mesonero Romanos describe a sus gentes y sus calles, haciendo referencia a que los nombres de las mismas reflejan el trabajo que se desempeñaba en cada una de ellas, como la calle del Carnero, la Ribera de Curtidores, las la hoy desaparecida calle de las Velas.
Describe además que el mercado ambulante se establece desde la plazuela del Rastro hasta la parte baja que llega al campillo del mundo nuevo, y que en este se venden todo tipo de objetos. Cabe destacar que hace referencia a que se trata de uno de los barrios más pobres y humildes de todo Madrid, por lo que podemos hacernos una idea de que las clases más bajas se asentaban en esta zona.
Estas obras de Mesonero Romanos nos permiten conocer Madrid a comienzos del siglo XIX, ya que es uno de los siglos que más van a trasformar a la capital y por consiguiente el Rastro.
Otro escritor y urbanista del siglo XIX es Ángel Fernández de los Ríos (1821-1880) que dedica una de sus obras a describir la capital, Guía de Madrid. Escrita en 1876 evidencia que la celebración del rastro se da los domingos por la mañana.
Se ha mencionado anteriormente que se celebraba un mercado de caballerías los jueves en esta misma zona, es muy probable que las ventas se regulasen y se estableciera que la venta ambulante se realizara los domingos por la mañana. Podemos establecer por lo tanto que se lleva realizando la venta ambulante en el Rastro los domingos por la mañana desde hace dos siglos.
El siglo XX es cuando más modificaciones urbanísticas y sociales se van a producir, pero ninguna de ellas alteró la esencia del Rastro. Este siglo está plagado de historia ya que los diferentes tipos de gobierno (monarquías, repúblicas y dictaduras), las guerras (mundiales y la civil), hacen de Madrid centro histórico.
¿Cómo afectó todo esto al Rastro?
Se mejoraron las calles y se transformaron los espacios pero no cambió la venta ambulante de objetos diversos.
Las primeras transformaciones se llevan a cabo entre los años 1902 y 1905 que cambian las calles. Años atrás, se había decidido que en el lugar donde se encontraba la cruz del Rastro se levantaría un monumento para aquellos que perdieron la vida en la batalla de Cascorro de 1896.
Durante los últimos años del siglo XIX y sobre todo en 1898 se produce la pérdida de las colonias españolas que estaban repartidas por todo el mundo. La más conocida es la de Filipinas donde sus militares fueron conocidos como “los últimos de Filipinas”, pero también ese mismo año, después de diferentes enfrentamientos, se pierden Puerto Rico y Cuba, dando lugar a la expresión “Más se perdió en Cuba y vinieron cantando”.
Es el héroe Eloy Gonzalo a quién se decide homenajear levantando en su honor un monumento inaugurado por el rey Alfonso XIII en Junio de 1902. Este monumento es hoy un icono del Rastro. Quién haya decidido pasear por sus calles abarrotadas toma como referente la imagen del soldado que sobresale verticalmente. La obra se decide colocar en este lugar porque Eloy Gonzalo García había sido criado en la Inclusa y por lo tanto formaba parte del barrio. La imagen que observamos está realizada en bronce, representa a Eloy de adulto, en movimiento mientras se llevaba a cabo el sitio de Cascorro, por lo que va vestido con uniforme militar, lleva una lata de petróleo y una llama en la mano, también sobre el pecho lleva una cuerda con la que en caso de morir podrían recuperar su cadáver.
Todo el conjunto fue realizado por el artista Aniceto Marinas del que podemos ver su nombre en el pie del monumento.
Para el año 1905 se derriba una de las partes que más agobiaban a los habitantes y a los visitantes, el llamado tapón del rastro (manzana de casas). Se creó con el derribo un amplio tránsito que permitía que los domingos el mercado ambulante se pudiera celebrar sin aglomeraciones de gente. Estos dos hechos que aunque parecen banales dan estructura a lo que los visitantes se encuentran hoy en día cuando pasean.
El periodo anterior a la Guerra Civil española fue un momento de auge para el barrio y para el comercio que se daba en la Ribera de Curtidores. Hay muchas crónicas en periódicos que hablan sobre la visita de los extranjeros al Rastro, donde encontraban objetos diversos, además de disfrutar de churros y barquillos.
¿Qué ocurrió con el Rastro de Madrid en la Guerra Civil Española?
Desde 1936 a 1939 se produce en España la guerra civil que enfrentó a todo el país. Madrid no tuvo grandes batallas de cuerpo a cuerpo pero si fue bombardeada numerosas veces afectando a edificios, pavimentos y vecinos.
¿En esta situación hubo rastro los domingos? Si, hubo. No se vendía gran cosa, ya que los madrileños dejaron de darle valor a los objetos que podían desaparecer con el estallido de los obuses, y empezaron a dar importancia al hecho de mantenerse con vida.
La guerra y la postguerra aportaron hambre para toda la población daba igual el bando, por lo que muchas veces se recurría a la venta ambulante del Rastro para conseguir comida. Esta situación de pobreza y hambre provocó que volviera a ser el barrio marginal definido por Mesonero Romanos.
A partir del año 45 del siglo XX empezamos a ver un nuevo florecer. A partir de mediados de siglo podemos ver cómo el comercio vuelve a surgir, y esta vez unos nuevos vendedores aparecen. Se establece una importante red de galerías de arte antiguo, de anticuarios o almonedas, que con el paso de los años han ido desapareciendo (hoy en día se han asentado galerías de arte contemporáneo y artes decorativas).
El edificio más notable de todos donde se establecieron las galerías fue el de Galerías Piquer, inaugurado en 1950.
Con la introducción en la Ribera de Curtidores de las galerías se produjo un repunte en la economía del Rastro ya que el visitante no pasaba de largo, si no que encontraba en las galerías y en los puestos grandes oportunidades y objetos de cierto valor.
Una de las décadas más importantes para la cultura madrileña fue la de los años 80, en la que se dio la movida madrileña. Esta década estuvo marcada por la música de Mecano, Alaska, Loquillo, pero también por la droga que fue uno de los elementos fatales de estos años. El rastro durante la movida se convirtió en lugar de venta de droga y discos que provocó que se deteriorara la imagen del barrio.
El Rastro de Madrid en la actualidad
La historia del rastro continúa en el siglo XXI, podemos establecer que se trata de un lugar a donde los madrileños acuden para empaparse de la diversidad cultural y disfrutar la oferta gastronómica de los bares y restaurantes que han ido sustituyendo a las tiendas de antigüedades.
El Rastro ya no hace referencia a la carne, si no a la diversidad, son muchas las calles que se plagan de vendedores ambulantes los domingos por la mañana, que venden desde comida cerca de la plaza de la Cebada; flores cerca de Tirso de Molina; ropa en Ribera de Curtidores; antigüedades en Mira el rio baja, o incluso intercambian cromos para los más pequeños en la plazuela del Campillo del Mundo Nuevo.
Marca la historia de este singular lugar el día 12 de Marzo de 2020, cuando por pandemia se decide cerrar y no celebrar ningún día la venta ambulante. No pudo la guerra pero si una pandemia.
Libros sobre el Rastro de Madrid
Existe una bibliografía muy específica sobre el Rastro. La encontramos en la trilogía de José Antolín Nieto, donde se desgrana la historia y el desarrollo de este famoso mercadillo. El autor es doctorado en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid y la mayor parte de sus publicaciones se han centrado en estudios sobre la ciudad de Madrid. Antolín Nieto, además, pertenece a una típica familia de vendedores del Rastro, por lo que ha conocido de cerca el día a día de este mercadillo. También se hace eco de las obras de Mesonero Romanos, Fernández de los Ríos, Don Ramón de la Cruz, Gómez de la Serna o Blasco Ibáñez, estableciendo una línea temporal de las distintas transformaciones que ha vivido el Rastro, y aportando su visión personal y la anécdotas narradas por su familia.
Otra obra muy importante para conocer este mercadillo es la escrita en 1976 por Antonio López Gómez, y se titula El origen del Rastro y los mataderos de Madrid. En ella se nos cuenta el inicio de las ventas ambulantes en Madrid y, sobre todo, las relacionadas con el Matadero principal de la ciudad. La estrecha vinculación del Rastro con el Matadero hizo que todos los comerciantes que trabajaban la carne se situaran en un mismo lugar, dando así inicio a una nueva zona comercial en la villa dieciochesca.
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