El hallazgo de la Virgen de la Almudena

Como ya hemos visto varias veces en el blog de Arkeo Tour, Madrid es una ciudad para perderse entre sus enormes edificios, sus bulliciosas calles históricas, sus museos, sus tiendas y sus restaurantes.

Existe un amplio abanico de rutas y lugares que visitar a la hora de conocer la ciudad, cuya elección variará dependiendo de gustos y preferencias. Sin embargo, para aquellas personas que desean descubrir la capital de principio a fin, hoy acercamos una historia muy relacionada con los orígenes de la primitiva ciudad.

Hablaremos de la leyenda que existe en torno al hallazgo de la imagen de la Virgen de la Almudena, patrona de Madrid, en un cubo de la antigua muralla y entre dos cirios encendidos.

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La leyenda de la Almudena, Visitas Guiadas en Madrid

El mítico origen de la imagen de la Almudena se remonta al siglo I, cuando el mismísimo Apóstol Santiago, acompañado de su discípulo San Calocero, vino al territorio de la actual España con la talla de la Santa, aprovechando el viaje que realizaba para predicar el evangelio por la Península Ibérica.

Algunas crónicas sitúan la escultura en un lugar —si cabe— aún más sagrado, al sugerir que fue tallada por San Nicodemo y pintada por San Lucas.

Según cuenta la leyenda, los supuestos cristianos del siglo I que habitaban el espacio que hoy conocemos como Madrid, ya le rezarían a la que, posteriormente, sería su patrona. No obstante, ante el imparable avance de los musulmanes por el territorio peninsular en el siglo VIII, éstos decidieron esconderla en un cubo de la muralla, depositándola entre dos cirios cuyas llamas permanecieron encendidas durante más de 300 años, cuando el rey Alfonso VI, entró en la ciudad para conquistar el territorio.

La etimología de las palabras siempre desvela información valiosa de aquello que nombramos, por lo que no nos sorprende —después de conocer esta historia— que el nombre de “Almudena”, provenga de la palabra árabe Al mudayna, que significa precisamente, «muralla” o “ciudadela”, y era la denominación con la que se referían los habitantes de la Edad Media al bastión que rodeaba la ciudad, lugar en el que fue hallada la virgen.

Cuando las tropas del rey Alfonso VI lograron entrar en el territorio, el monarca se dispuso a buscar la famosa Virgen escondida en la Almudena y, acompañado por una procesión de rogativas (oraciones públicas hechas a Dios para poner remedio a una necesidad) recorrió toda la muralla el día 9 de noviembre del año 1085, momento en el que se derrumbaría un pedazo de la misma, dejando ver la imagen sagrada, que permanecía intacta después de varios siglos, entre dos velas encendidas.

La parte concreta de la muralla que se desplomó fue una de las torres que se encontraba cerca de la llamada Puerta de la Vega, en las inmediaciones del lugar en el que hoy se sitúa la actual catedral. También en este momento, el rey le otorgaría a la Virgen el título de “La real” por su aparición en medio de la procesión, siendo conocida como “Santa María la Real de la Almudena”. Desde entonces, cada 9 de noviembre, en Madrid se celebra una festividad en su honor.

¿Qué dicen los historiadores sobre la Almudena?

Hemos de aclarar que los historiadores e historiadoras comparten la opinión de situar el origen de la ciudad en torno al siglo IX, cuando el territorio se hallaba bajo dominio del
Califa de Córdoba, Muhammad I, y era conocida como Mayrit.

No obstante, la leyenda de la aparición de la Virgen de la Almudena implica una existencia anterior, en la que Madrid estaría habitada por cristianos.

Esta leyenda surge después de la conquista de Alfonso VI, a finales del siglo XI, difundiéndose en los reinos siguientes y exaltándose sobre todo con la dinastía de los Austrias en el siglo XVII, quienes, al igual que sus antecesores y sucesores, pretendieron borrar el pasado musulmán de la ciudad e imponer el catolicismo; en este momento, encontramos en las artes, un gran número de representaciones de la Virgen de la Almudena.

Como decíamos, la teoría de su descubrimiento es imposible de probar puesto que no tenemos indicios de la existencia de una muralla anterior a la que rodeaba la medina de Mayrit, que había sido construida por los musulmanes en el siglo IX. No obstante, las leyendas no se caracterizan precisamente por las verdades que cuentan, sino por el efecto que traen consigo y, sin lugar a dudas, esta historia marcó el devenir de la ciudad y configuró la identidad religiosa de todos sus habitantes hasta el día de hoy.

Procesión de la Almudena en 1929. Foto: Gerardo Contreras. Fuente: Memoria de Madrid

¿Qué cuentan las crónicas?

Las crónicas hablan de que después de que la Santa llegase a la ciudad, ésta fue depositada en una capilla para ser venerada por los primeros cristianos del lugar. Sin embargo, tampoco tenemos constancia de ninguna capilla ni de ningún otro espacio de culto cristiano destinado a guardar la Virgen de la Almudena hasta el siglo XIII, cuando, según el Fuero de Madrid de 1202, sí existía una Iglesia de advocación mariana.

Se trataba de la llamada Iglesia de Santa María, considerada la más antigua de la ciudad, que se erigía encima de la anterior mezquita, y se situaba muy cerca del lugar en el que hoy se levanta la actual catedral. Este edificio primitivo fue derribado en el siglo XIX, y todo el patrimonio de su interior se trasladó al Convento de las Madres Bernardas del Santísimo Sacramento, incluida la virgen, que permaneció allí hasta la construcción de su actual sede.

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La Catedral de la Almudena, Madrid

Las obras de la catedral tal y como la conocemos hoy en día comenzaron en el año 1883, y tras más de un siglo lleno de parones de actividad, el día 15 de junio de 1993, el Papa Juan
Pablo II llegó a Madrid
para consagrar la Iglesia de Santa María la Real de la Almudena como Catedral.

La Virgen ya había sido trasladada del Convento de las Bernardas del Sacramento a la cripta de la nueva Catedral en 1911, pero en 1939 fue llevada de nuevo a la iglesia del Sacramento; en 1948 se coronó y pasó a la Colegiata de San Isidro; y finalmente, el 10 de junio de 1993 se trasladó a la Catedral de la Almudena de nuevo y para siempre. Se colocó en una hornacina sobre un trono de plata realizado en el siglo XVII, en medio de en un retablo de finales del siglo XV, comienzos del XVI, compuesto por 18 tablas atribuidas al artista Juan de Borgoña.

Podemos verla en el altar que está situado en el lado derecho del crucero, que se levanta sobre la sepultura de la reina María de las Mercedes, y a donde se puede acceder por una doble escalera proyectada por el arquitecto Fernando Chueca Goitia.

Por desgracia, la virgen, que conocemos en la actualidad no es la mítica talla que, tal y como hemos contado, trajo el Apóstol Santiago desde Jerusalén, sino una obra del siglo XV que muestra a una virgen con niño tallada en madera de pino, dorada y policromada.

Según los cronistas, es muy probable que la original se destruyese en un incendio que habría afectado a la antigua Iglesia de Santa María durante del reinado de Enrique IV (1454-1474), por lo que no sabemos cómo debió de ser su aspecto primitivo.

Después de su destrucción, se decidió crear otra imagen a la que, en principio, no debió de dársele demasiada importancia puesto que permaneció en un lugar secundario de la iglesia hasta que la reina Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, decidió ofrecerle una Novena poco tiempo antes de su segundo parto (en el año 1623). En este momento, la talla se trasladó de una pequeña capilla al altar mayor y, de esta manera, se inició su puesta en valor.

En ese mismo año (1623), Isabel de Borbón —que era muy devota de la Almudena— le regaló un vestido, iniciando una tradición que continuaron las posteriores reinas, princesas y nobles, que consistía en agasajar a la virgen con lujosos mantos para vestir, muchos de los cuales se conservan expuestos en el Museo de la Catedral. Esta acción hizo que la talla tuviese que ser intervenida, y en el año 1652, el niño se separó de la madre para poder ser vestida con más facilidad; además, como la virgen no cabía en su camarín con las vestiduras puestas, se tuvo que cortar la talla por la espalda.

La tradición se mantuvo hasta el año 1890 cuando, por disposición del Obispo de Madrid, se decidió no vestir más a la virgen para que así pudiese apreciarse la calidad de la escultura.

Nuestra Señora de la Flor de Lis

En el momento del traslado (1623) se descubrió una pintura oculta tras el retablo: se trataba la representación de la Virgen conocida como Nuestra Señora de la Flor de Lis, llamada así por la flor que sostiene en su mano derecha. Todo apunta a que esta pintura —fechada en el siglo XIII— fue venerada con anterioridad al descubrimiento de la Virgen de la Almudena, lo que la convierte en la imagen mariana conservada más antigua de la ciudad.

En el año 1638, la Virgen de la Flor de Lis se arrancó de la pared y se trasladó a otro lugar de la Iglesia y, cuando en 1868 se derribó el edificio, la pintura también fue trasladada al Convento del Santísimo Sacramento. Posteriormente se depositó en la Cripta de la Catedral, donde se puede ver en la actualidad.

Devoción por la Virgen de la Almudena

Desde el momento en que la Virgen de la Almudena se trasladó al altar mayor, como hemos comentado, su devoción empezó a ganar seguidores. En el año 1640 el duque de Pastrana fundó junto a Felipe IV, la Real Esclavitud de Santa María la Real de la Almudena o Congregación de Esclavos, una congregación de fieles laicos cuya finalidad era dar culto a la imagen de la virgen. Esta agrupación fue esencial en la toma de decisiones que afectaron a la escultura; también se encargó de vestirla y ejerció una fuerte influencia en la religiosidad hacia la virgen en la ciudad.

La leyenda de la milagrosa aparición de la Virgen de la Almudena hizo que en el lugar de la muralla donde se supone que ocurrió el acontecimiento, se tallase una imagen en piedra que la recordase.

Parece se representó con el niño, pero, según algunos documentos, ésta primera obra fue derribada en el año 1707, momento en el que se dispuso una nueva escultura que la representaba vestida, tal y como se encontraba la santa en la catedral. Entre 1829 y 1831, el muro que albergaba la hornacina fue restaurado y se colocó una inscripción que informaba del suceso, podemos conocerla gracias a una fotografía de Jean Laurent.

Con el comienzo de las obras de la Catedral a finales del siglo XIX, tuvo que destruirse nuevamente, pero se levantó otro muro y en él, un nicho donde se colocó la estatua. Sin embargo, en 1888 se realizaron obras de reforma en la Cuesta de la Vega y se desmontó de nuevo, trasladándose el 24 de noviembre a la cripta de la catedral, que todavía se estaba construyendo.

“Madrid. Cuesta de la Vega”. J. Laurent (1860-1886). Archivo Ruiz Vernacci (IPCE)

Después se sustituyó la imagen, que se había deteriorado, por otra que estuvo desde 1870 a 1936, y que sufrió grandes desperfectos durante la guerra (en el Museo de Historia de Madrid se pueden ver dos bloques de piedra caliza que corresponden al manto). El 7 de noviembre de 1941 se instaló una nueva escultura, ahora sin manto; y en 2013 fue nuevamente reemplazada.

Durante las obras del futuro Museo de Colecciones Reales se construyó una nueva hornacina (en el muro sur del museo) y se encargó una nueva estatua, similar a la anterior. Como vemos, tanto la imagen de la virgen como la escultura del muro, han pasado por grandes vaivenes históricos, destrucciones, restauraciones y traslados, pero siempre ha predominado el interés por recordar aquel suceso legendario que se sitúa en los orígenes del cristianismo en la ciudad de Madrid y que tanta devoción ha ejercido y sigue ejerciendo entre los madrileños y madrileñas.

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