La Historia se presenta ante nosotros de múltiples maneras. Algunas veces la vivimos en primera persona; otras, la leemos en los libros; en ocasiones, podemos apreciarla en los objetos o edificios que nos rodean; o incluso en las tradiciones más populares.
Madrid, como capital de los reinos hispánicos desde 1561, ha sido un lugar en el que la Historia ha dejado bien marcada su huella, mostrando numerosos restos materiales, pero también inmateriales.
¿Nos acompañas por este viaje en la historia? En concreto, recordamos el arte y la arquitectura de Madrid siguiendo la Guerra Civil española.
La Guerra Civil y sus consecuencias Madrid
La Guerra Civil española, acontecida entre 1936 y 1939, puede todavía recordarse a través del arte y la arquitectura madrileña. Gracias a estos vestigios podemos reflexionar sobre las devastadoras consecuencias de la contienda y tener, de esta manera, un doloroso ejemplo para que algo así nunca vuelva a ocurrir.
La guerra nos dejó altísimas cifras de fallecidos, una crisis económica brutal, la destrucción de gran parte de los recursos naturales e industriales y una enorme fractura social.
El patrimonio histórico de Madrid también sufrió mucho antes, durante y después de la contienda. Y en el siguiente artículo queremos mostraros algunos de los lugares y símbolos que nos recuerdan los sucesos de la Guerra Civil en la capital.
1936, inicio de la Guerra Civil
En el año 1936, justo después de la sublevación de Melilla, la ciudad de Madrid sufrió diferentes incendios, que se centraron en las iglesias, parroquias y conventos, afectando incluso a la Colegiata de San Isidro.
Construida en el siglo XVII y considera primera catedral madrileña de facto, fue uno de los templos más afectados por estos actos violentes. Algunas crónicas recogen que se roció con gasolina el mobiliario y las imágenes sacras de la colegiata para prender fuego a todo el edificio.
Este incendio destruyó gran parte de la estructura arquitectónica, correspondiente a la nave central, y calcinó numerosas obras de arte. Entre las más destacadas, se destruyeron las pinturas realizadas por Luca Giordano o el retablo mayor de Ventura Rodríguez.
No fue hasta 1960 cuando se finalizaron las obras de reconstrucción, dirigidas por el arquitecto Javier Barroso. Hoy en día nos encontramos con un edificio del siglo XX reconstruido sobre restos del siglo XVII.
Noviembre de 1936, el ataque más importante al patrimonio artístico de Madrid
Durante los primeros años de la contienda, Madrid permaneció fiel al Gobierno de la República, pero el avance del bando sublevado provocó que pronto se sucedieran los primeros asedios y bombardeos con el fin de tomar la capital. Uno de los ataques más importantes que afectó al patrimonio artístico madrileño fue el 16 de Noviembre de 1936.
Ese día diferentes obuses y bombas incendiarias cayeron sobre el Museo del Prado, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Museo Antropológico o el Museo Arqueológico Nacional. Fue un verdadero ataque a la cultura española. Los lugares donde se custodiaba la historia de nuestro país quedaron gravemente afectados.
La colección íntegra del Prado se salvó, los Rubens, Tizianos, Goyas o Velázquez, fueron escondido en Ginebra durante los años más duros de la guerra. En el documental Las cajas españolas de Alberto Porlan de 2004 se recogen todas las vicisitudes de este periplo – puedes ver el documental en el siguiente vídeo-.
Ninguno de los impactos que cayeron sobre el tejado del Museo del Prado dañó las pinturas, pero sí hubo que restaurar el techo de lo que hoy es la galería principal.
Visiblemente afectado quedó el Palacio de Torrecilla, muy cercano a la Real Academia de Bellas Artes, ya que las bombas destruyeron todo, salvo la fachada principal, fechada en siglo XVIII. La consecuencia de esta devastación fue la remodelación y posterior inclusión al edificio contiguo, hoy Ministerio de Hacienda en los primeros números de la calle de Alcalá.
El edificio que comparten el Museo Arqueológico Nacional y la Biblioteca Nacional de España fue también atacado. En la actualidad podemos observar cómo una de las esculturas de la entrada de la biblioteca fue decapitada por el impacto de una bomba. Algunas paredes del museo fueron destruidas y con ellas parte de ciertas colecciones, como el Tesoro de los Quimbayas.
Para poder proteger los diferentes monumentos madrileños, el Gobierno republicano cubrió las emblemáticas fuentes de Cibeles y Neptuno, además de la Puerta de Alcalá.
Los bombardeos a los edificios que albergaban el patrimonio español sirvieron de precedente para crear una conciencia en la población y en las Administraciones sobre la manera de protegerse en caso de conflicto armado. Evidentemente las consecuencias pudieron ser mucho peores, acarreando la pérdida de un legado único e irrecuperable.
¿Os imagináis haber perdido la Dama de Elche o Las Meninas?
El arte durante la Guerra Civil Española
Las fotografías nos permiten tener una visión más global y real de lo sucedido en Madrid durante la Guerra Civil. En diciembre de 1936, la miseria, el hambre y la desesperación, se mostraba en los rostros de la población, las más significativas son las realizadas por Robert Capa (1913-1954).
El artista, junto con Gerda Taro, recorrieron el territorio español para documentar lo que estaba pasando, reflejó algunas escenas que han trascendido cómo El miliciano, expuesto en el Museo Reina Sofía, o las realizadas en Vallecas. Es precisamente en este barrio madrileño donde Capa fotografío una casa que se ha convertido en icono y orgullo para sus vecinos.
En la imagen podemos ver cómo las paredes están horadadas por las balas, (algo que a día de hoy podemos ver en la fachada del edificio) mientras que una mujer observa cómo tres niños hablan en una acera prácticamente destruida. Este inmueble situado en la calle de Peironcely número 10, se convertirá en un espacio expositivo dedicado a la guerra civil en el que el discurso contará cómo fue el bombardeo continuo que sufrieron los madrileños y en especial los vecinos del barrio.
La propaganda fue clave para el desarrollo de la guerra, muchos de los artistas se dedicaron a un formato que había nacido con la Revolución Rusa: el cartel.
Se trataba de un medio por el cual el arte y el ánimo llegaban a los madrileños de una forma más directa. Los artistas se habían exiliado muchos de ellos en París, como era el caso de Pablo Picasso, que residía en la capital francesa cuando se le encargó la realización de su obra más conocida: el Guernica, realizada para el pabellón español de la exposición internacional.
Otro de los artistas exiliados fue Joan Miró que con su obra Aidez en 1937 pedía la ayuda internacional para el bando republicano.
Los artistas exiliados tuvieron mucha suerte ya que pudieron establecerse en una Francia no ocupada por Hitler, pero otros tuvieron que quedarse en Madrid.
Es el caso de Benjamín Palencia (1894-1980) que se estableció desde el inicio de la guerra en su estudio madrileño dedicándose al dibujo cómo bien reflejan sus obras Composición, Figuras, animales y un paisaje y Campesinos. Estos dibujos forman parte de la vertiente menos conocida del arte de Palencia, ya que su éxito vino con la creación de la Escuela de Vallecas de la mano de Alberto Sánchez.
La consecuencia más evidente es las corrientes artísticas fueron completamente distintas entre aquellos artistas que emigraron y aquellos que se quedaron, ya que aquellos que no tuvieron la oportunidad de irse, plasmaron de forma más cruel la realidad, la influencia cubista de Picasso en Francia no llegó de la misma manera para Palencia que para Maruja Mallo.
Marzo de 1939, Franco entra en Madrid
Durante los años siguientes y hasta casi el final de la guerra se produjeron diferentes batallas como la de Brunete en 1937, pero realmente en Madrid no hubo combates de cuerpo a cuerpo.
El sitio de la capital fue el más largo de toda la guerra, ya que no fue hasta marzo de 1939 cuando las tropas sublevadas y Francisco Franco entraron sin resistencia en la capital.
En este año cuando el cementerio de la Almudena de Madrid se convierte en protagonista de los escenarios más negros de la guerra. Los fusilamientos que se llevaban a cabo en la tapia de la Almudena, en los alrededores e incluso en el interior, se convirtieron en históricos. Una de las historias quizá más emotivas fue llevada a la gran pantalla, Las trece rosas, del director Emilio Martínez- Lázaro, estrenada en el año 2007.
Postguerra en Madrid
La guerra civil había dejado Madrid prácticamente intransitable y muchos edificios fueron derruidos. Las consecuencias las encontramos en la cantidad de calles, edificios y barrios que desaparecieron.
Uno de los edificios que había formado parte del Madrid prebélico y que se destruyó durante la guerra fue el Cuartel de la Montaña. En este lugar, que fue escenario de los fusilamientos del 3 de mayo recogido en el cuadro de Francisco de Goya, fue construido a finales del siglo XIX. Refugio de tropas sublevadas desde 1936, por lo que fue atacado y prácticamente destruido.
Consecuencia de la desaparición de este edificio fue la creación del actual parque del Templo de Debod, donde hoy en día encontramos un relieve creado en 1972 que recuerda a los caídos en el cuartel durante la guerra civil.
Otro ejemplo de destrucción fue la de la Ciudad Universitaria de Madrid, lugar de batallas del asedio de Madrid. La ciudad universitaria actual es consecuencia de la desaparición por completo de la anterior, uno de los edificios más emblemáticos y reducido a cenizas fue el edificio de 1911 destinado al Instituto Nacional de Higiene, del que el Premio Nobel Ramón y Cajal había sido director.
Refugios antiaéreos en Madrid
Hoy en día no solo podemos ver las consecuencias en los edificios que estaban a la luz, también se construyeron lugares bajo tierra, bunkers, que se han abierto al público y en los cuales se realizan visitas guiadas para poder experimentar cómo fue Madrid en 1936.
La crueldad de los bombardeos estaba provocando la creación de refugios antiaéreos, algunos de ellos son más famosos cómo es el caso del bunker del parque del Capricho, cuya entrada está ubicada a pocos metros del palacio de los Duques de Osuna (lugar que frecuentaba Goya). Este bunker en nombre clave, la posición Jaca, fue utilizado por el general José Miaja, y es uno de los mejor conservados de toda Europa.
Otro ejemplo es el recientemente descubierto bunker del Retiro (2013). El Jardín del Retiro, devastado en 1808 por las tropas napoleónicas, quedó muy dañado tras la Guerra Civil, ya que no solo las bombas causaron estragos, también los madrileños se suministraban de leña cortando los árboles del parque. Consecuencia de la guerra fue la creación de este bunker y de la posterior repoblación del parque con unas avenidas llenas de diferentes especies de árboles.
Algunas de las consecuencias en el Madrid de la postguerra fueron subsanadas por la Junta de Reconstrucción de Madrid.
Fue Alberto Alcocer, alcalde de Madrid en 1939, quien se encargó de reconstruir la ciudad siguiendo la orden de crear una gran ciudad para un gran régimen. Muchas calles habían sido devastadas por las bombas, se tuvieron que reconstruir por completo, siendo consecuencia de ello la creación de los actuales barrios del Paseo de Extremadura y Usera.
Muchos madrileños durante la guerra se habían refugiaron en el metro, durmiendo en los andenes de las estaciones, por lo que se tuvo que reubicar a todos aquellos que perdieron sus casas, creando las viviendas de protección oficial. Se decidió construir también edificios de gran envergadura, siguiendo una corriente arquitectónica nueva, donde la sobriedad fuera una de las características principales.
El nuevo estilo estaba muy influenciado por las formas escurialenses y las líneas herrerianas del siglo XVI, fieles a Felipe II. Se trataba de crear edificios que evocasen épocas gloriosas donde el imperio español dominaba el mundo.
Ejemplo de este nuevo estilo fue el Ministerio del Aire, ubicado en el barrio de Moncloa. El arquitecto de este proyecto fue Luis Gutiérrez Soto, en él consiguió plasmar la sobriedad de la línea horizontal herreriana en el siglo XX. Se trata de un edificio de planta rectangular con un patio central. La entrada de honor es la que da a la calle Princesa, por la cual se accede hoy en día a la sede del servicio histórico y cultural del ejército del aire.
Otra arquitectura al que se le aplicó el estilo neoherreriano fueron los Nuevos Ministerios del Paseo de la Castellana. Hoy en día vemos un edificio donde la sobriedad y la línea horizontal son las protagonistas. Se había comenzado a construir durante el Gobierno de la República, pero la guerra civil paralizó las obras.
Fue en el año 1939 cuando se retomaron las obras ya bajo la dirección franquista y se terminó en el año 1942. Los Nuevos Ministerios era en época de Carlos III, durante el siglo XVIII, donde se encontraba el famoso quinto pino, ya que formaba parte del extrarradio de la ciudad. Con el paso de los siglos y en la segunda mitad del siglo XX este lugar pasaría a ser parte del centro de la capital, transformando arquitectónicamente los barrios colindantes.
La victoria del bando franquista y el posterior gobierno hizo que se crearan también monumentos durante los años posteriores donde la dictadura franquista rememoraba la guerra civil en Madrid, estos se iniciaron con la construcción del Arco de la Victoria. Se trata de un monumento construido entre los años 1950 y 1956 por diferentes artistas. El nombre Arco de la Victoria, hace referencia a la batalla de ciudad universitaria donde el bando franquista triunfó sobre el bando republicano. En la parte superior se encuentra una cuadriga en bronce y el interior del arco con casetones muestra reminiscencias del arte clásico romano.
La Historia debe ser recordada para tratar de no repetirla.
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Bibliografía y recursos:
- VVAA, Paisajes de la guerra: huellas, reconstrucción, patrimonio (1939-años 2000), 2019.
- J, L. Díaz de Liaño Argüelles: Madrid. La capital se hace ciudad, 2016.
- R. Robles Tardío: Arte y Guerra Civil, 2009.
- P. Montoliu: Madrid en la Guerra Civil, volumen I, 1998
- M. Vázquez y J. Valero: La Guerra Civil en Madrid, 1978.
- www.elmundo.es/papel/historias/2018/06/19/5b27e0da468aebbb4f8b462f.html
- www.elpais.com/diario/1999/10/20/cultura/940370406_850215.html