Real Sitio de Aranjuez: historia, arte y naturaleza

El Real Sitio de Aranjuez constituye hoy uno de los parajes más impresionantes que se conservan en la Comunidad de Madrid. Te invitamos a recorrerlo de forma virtual, a la espera de poder hacerlo en una de nuestras rutas.

Real Sitio de Aranjuez: historia, arte y naturaleza

Aranjuez está situado en el lugar donde las aguas de los ríos Tajo y Jarama confluyen sobre un terreno llano a menos de 500 metros de altitud. Estas condiciones naturales, su ubicación y sus inagotables recursos han contribuido a que estas tierras fueran habitadas por distintas sociedades humanas desde tiempos muy tempranos.

Gracias a ello conservamos restos cerámicos del Neolítico, la Edad de Bronce y la Edad del Hierro; mosaicos  romanos como el de Annus, hallado en el Raso de la Estrella y hoy conservado en el Museo Arqueológico Nacional; la necrópolis visigótica de Cacera de las Ranas, con hasta 150 sepulturas; o las fortalezas de origen andalusí, como Oreja, Alarilla, Aceca o Alboher.

No en vano, por ésta y otras razones que os vamos a contar, la UNESCO ha reconocido su excepcionalidad de Aranjuez, declarándolo Patrimonio de la Humanidad en 2001. Este reconocimiento no es solamente simbólico, sino que obliga a las instituciones del Estado a promover su protección, conservación y puesta en valor para toda la ciudadanía. De hecho, desde 2017 se está llevando a cabo un ambicioso plan puesto en marcha por Patrimonio Nacional para restaurar los bienes muebles e inmuebles y los espacios naturales del palacio, en el que ya se han invertido 18 millones de euros.

Orígenes del Real Sitio de Aranjuez

Los orígenes del Real Sitio se remontan al período medieval, una vez Aranjuez entró a formar parte de la Corona de Castilla.

El lugar fue cedido a la Orden de Santiago, quienes eligieron a Aranjuez como Mesa Maestral. Esto suponía que el terreno podía ser utilizado por los caballeros para llevar a cabo explotaciones agrícolas y actividades cinegéticas.

En 1387, el maestre Lorenzo Suárez de Figueroa, que tenía su residencia en la vecina Ocaña, decidió crear una casa de campo en la zona, la cual sirvió también como hospital de sangre para los caballeros heridos en la lucha contra los musulmanes.

En 1487, el rey Fernando II de Aragón recibió el título de Administrador y Gran Maestre de la Orden, por lo que Aranjuez pasó a pertenecer al patrimonio regio de los Reyes Católicos.

Durante el reinado su nieto, Carlos V, gran aficionado a la caza, se comenzó a gestar el Real Bosque de Aranjuez, adquiriendo los terrenos aledaños para crear un gran espacio dedicado al esparcimiento y al ocio de la familia real y sus invitados.

A mediados del siglo XVI, Felipe II firmaría una Real Orden, según la cual, Aranjuez sería declarado Real Sitio.

Esta declaración establecía la privacidad del territorio para la familia regia y sus criados y, siguiendo la costumbre de los Reales Sitios, se constituiría como morada estival de los monarcas.

El lugar se consagró definitivamente como zona de caza, llegando a encontrarse incluso rinocerontes, elefantes, leones, leopardos, avestruces o faisanes. A este exótico paraje era necesario añadirle unas estancias acordes con la dignidad de un rey, por lo que Felipe II decidió levantar un nuevo conjunto edilicio, dando así comienzo a lo que posteriormente constituiría el actual Palacio de Aranjuez.

Asimismo, encargó una capilla, una casa de oficios, unos jardines y unas huertas. Las obras comenzaron en 1564, bajo la dirección del arquitecto mayor del rey, Juan Bautista de Toledo.

Él fue quien realizó la planificación de un proyecto clasicista con toque italianizante, que no podría terminar debido a su muerte tres años después, pero que respetaron sus sucesores. La arquitectura se organizaba en torno a un patio cuadrado con dos alas laterales rematadas por dos torres, todo ello completado con los jardines laterales del Rey y de la Reina.

Los arquitectos Gerónimo Gil y Juan de Herrera serían quienes dirigiesen estos primeros trabajos. En 1715 se levantó el sector izquierdo de la fechada principal, que se concluiría en 1735 a las órdenes de Santiago Bonavía, quien también construyó la monumental escalera principal con piedra caliza y una inigualable balaustrada de hierro forjado y remates de bronce.

El Palacio no quedaría terminado hasta el reinado de Carlos III. Francesco Sabatini edificó las alas de la parte oeste y la nueva capilla en el ala sur. El resultado de su trabajo fue una arquitectura caracterizada por su fábrica, de ladrillo fino raspado y piedra caliza de Colmenar de Oreja, cuyos respectivos colores rojo y blanco articulan una bicromía de inspiración serliana.

Interior del Palacio de Aranjuez

Las salas del conjunto palatino nos presentan un auténtico museo de artes decorativas, especialmente de los siglos XVIII y XIX.

Destacan los cuadros de Luca Giordano en la Sala de los Guardias y en la Saleta de la Reina; el oratorio de Carlos IV, construido por Juan de Villanueva, que fue decorado con una Virgen al fresco de Francisco Bayeu y una Inmaculada Concepción de Maella; la Segunda Saleta de los Infantes, con muebles infantiles; la decoración de la Sala de Porcelana o la Sala de Fumar o Gabinete Árabe.

Exteriores de Palacio

En el exterior, el paisaje urbano queda perfectamente integrado en el paisaje natural, gracias a la existencia de frondosos jardines articulados por el río Tajo.

Si bien la creación de los primeros bosques artificiales, impulsada por Carlos V, tuvo como factor decisivo la caza (cuyo diseño se basó en los bosques franceses), el primero en interesarse por el diseño de los jardines fue Felipe II, quien trajo jardineros flamencos, holandeses e ingleses para su cuidado.

Se trata de una tradición que bebe directamente con el mundo clásico: el hortus de la casa romana de tipo itálico o de su magnificación en el peristilo helenístico, que conjuga estatuas y fuentes con plantas y flores, al igual que los jardines del Palacio Real de Madrid.

También se puede observar un precedente en los jardines hispano-musulmanes, como los de los palacios de Granada y Córdoba o los del Alcázar de Sevilla, entre muchos otros; al igual que en los monasterios medievales, en los que a menudo conservamos en su interior jardines de este tipo.

Fundamentalmente estos jardines tenían un objeto lúdico, pero no hay que olvidar que algunos textos de la época recogen el Jardín de Aranjuez como el primer jardín botánico de estilo europeo creado en España.

La intervención de los Habsburgo y, después, de los Borbones, nos han legado un conjunto de hermosos jardines que quedarán para la posteridad: Los Jardines del Rey y de la Reina, el Jardín de la Isla, el Jardín del Parterre y el Jardín del Príncipe.

Es también sabido que Felipe II intenta hacer navegable el Tajo con la idea de conectar la ciudad con Toledo y Lisboa. Aunque el proyecto fracasa por sus grandes dificultades orográficas.

El Museo de las Falúas Reales es un testimonio vivo de las embarcaciones que cruzaban el río y el llamado mar de Ontígola durante los paseos de la realeza y fiestas fluviales. De época de Felipe V conservamos los edificios levantados a ambos lados del Tajo para dar cobijo y resguardar las embarcaciones y los oficiales marineros necesarios para navegar. Se constituye así la Escuadra del Tajo, formada por los aguerridos marineros cartageneros. Por entonces, eran cinco falúas, que se irán ampliando durante el reinado de Fernando VI y Bárbara de Braganza. En el museo puede verse actualmente distintos útiles navales, la flora y la fauna de la zona y estas embarcaciones históricas que durante siglos cruzaron el río.

 

Aranjuez, escenario histórico

Desde su vinculación con la Monarquía Hispánica, el Palacio Real de Aranjuez fue el escenario de diferentes acontecimientos históricos. Entre ellos, la promulgación de varios tratados entre los que destaca el Tratado de Aranjuez del 12 de abril de 1779.

Se trata de un acuerdo entre Francia y España firmado por el diplomático francés Charles Gravier, Conde de Vergennes, y el primer ministro español, el Conde de Floridablanca, por el cual nuestro país intervenía en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos.

En él se establece el compromiso entre las dos potencias europeas de invadir Inglaterra (algo que no sucedería) y de recuperar para España los territorios de Gibraltar, Menorca, Florida y la Honduras británica, además de la suspensión de los derechos comerciales madereros en la costa de Campeche.

Por su parte, Francia exigía la expulsión de los ingleses de Terranova, la recuperación de Senegal, derecho de comercio con la India y la retención de Dominica.

Pero no todos los episodios que se vivieron en este palacio fueron apacibles.

A principios del sigo XIX, España se vería envuelta en una delicada situación: la derrota en la Batalla de Trafalgar y una crisis económica creciente tras seis años de guerra contra Reino Unido, que habían provocado la pérdida de hegemonía por parte del antiguo imperio español.

Un inepto valido como Manuel Godoy pactó en 1807 la entrada de las tropas napoleónicas en la Península Ibérica para la invasión conjunta de Portugal en el Tratado de Fontainebleau. Sin embargo, esta aparente colaboración militar escondía las verdaderas pretensiones de Francia, que no eran otras que las de ocupar España y hacerse con su dominio.

Sospechando las verdaderas intenciones de las tropas francesas, Godoy decidió trasladar a la familia real a Aranjuez con idea de contar con un acceso directo a Sevilla y la huida a las Américas en caso de fuera necesario.

Ante este panorama de incertidumbre, y tras conocerse los rumores de la huída de los monarcas, la muchedumbre se lanzó a la toma del palacio, en lo que se conoce como el Motín de Aranjuez. Únicamente la intervención del príncipe Fernando (futuro rey), salvaría la vida del valido, que tuvo que exiliarse.

Tras la abdicación de Carlos IV, la corona pasó a Fernando II, aunque por poco tiempo. En una reunión en Bayona con Napoleón, el nuevo monarca español es forzado a abdicar de nuevo sobre su padre y, éste, a su vez, hacerlo sobre Napoleón, que decide proclamar rey a su hermano José I.

El Motín de Aranjuez se considera el primer alzamiento de la sociedad española contra el Antiguo Régimen, que hallaría continuidad en uno de los episodios más emocionantes de la historia de nuestro país: la Guerra de la Independencia.

El suceso es de tal relevancia que todos los años se conmemora los primeros días de septiembre dicho motín con un espectáculo de recreación en la villa de Aranjuez.

Esperamos que este artículo haya despertado tu curiosidad y, si te han surgido muchas dudas, no te preocupes, en Arkeo Tour® te ofrecemos una visita con uno de nuestros expertos guías oficiales de turismo para resolverlas todas.

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Bibliografía y recursos:

J. L. García Grinda: “Aranjuez, Sitio Real y paisaje cultural” en P+C: proyecto y ciudad: revista de temas de arquitectura, nº IX, 2018; pp. 107-120.

C. García Peña: “Felipe II y los Jardines de Aranjuez” en Madrid: Revista de arte, geografía e historia, n.º I, 1998, pp. 219-237.

C. Marín Tovar: “Un recorrido por el patrimonio arquitectónico de la Edad Moderna en Aranjuez” en Enlaces: Revista del CES Felipe II, 2003.

M. M. Merlos Romero: “Paisaje Cultural de Aranjuez y Patrimonio Mundial: seducción, declaración y compromiso”, en Espacio, tiempo y forma. Serie VII, Historia del Arte, n.º XXIV, 2011; pp. 481-504.

V. Tovar Martín: “El incendio del palacio de Aranjuez en el siglo XVIII”, en Anales de Historia del Arte, nº VI, 1996; pp. 47-66.

M. A. Troitiño Vinuesa: “Aranjuez: Patrimonio Cultural, recuperación urbana y turismo”, en Anales de geografía de la Universidad Complutense, n.º extra I, 2002; pp. 495-518.

http://www.madrid.org/bvirtual/BVCM002667.pdf

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